Altibajos en Ecuador

Quien nos iba a decir que llegaríamos hasta aquí cuando empezamos a pedalear, y sin embargo, aquí estamos ¡en la mitad del mundo!

Con esta frase llegamos a la línea que divide el hemisferio norte y sur de nuestro planeta. Pero Ecuador es mucho más que una línea que separa dos hemisferios. Es un país con unos paisajes sorprendentes, una gentes acogedoras y un clima muy variable.

2016-03-25_09-16-44
Línea ecuatorial en Cayambe. 2016

El paso fronterizo fue uno de los mejores que hemos realizado, ágil, rápido y con una sonrisa. Como decía, el clima es muy variable y el país nos recibió con bastante lluvia. Nuestra primera parada fue en San Gabriel. Llegamos por la Panamericana, que presenta un perfecto estado y no mucho tráfico hasta llegar a Quito. La noche la pasamos con nuestros amigos los bomberos, algo que se convertiría en un clásico. Los cuarteles de bomberos en Ecuador son otro nivel y la calidez con la que te reciben sus moradores, a la altura de los mejores.

Los primeros días transcurrieron entre lluvias, bomberos y fuertes subidas. Los Andes se manifiestan en todo su esplendor a lo largo de todo el país, y eso se deja notar en los espectaculares paisajes y también en las piernas. Dormimos a los pies de la laguna de Yahuarcrocha en Ibarra y en Cayambe, donde preparan unos bizcochos para chuparse los dedos solo a 15 kilómetros de la línea ecuatorial. Todo sin dejar la E35 que traíamos desde la frontera.

2016-03-25_09-16-28
Laguna Yahuarcocha y volcán Imbabura. Adrián Cuéllar. 2016

Quito, seria la siguiente parada. Solo llegar, ya fue todo un triunfo. Los que viajáis en bicicleta, ya sabéis que las entradas a las grandes ciudades son difíciles, pero si a esto le sumas una cuesta de más de catorce kilómetros con pendientes del 10% en algunos tramos y un sol como solo pega por estas latitudes, se convierte en una odisea. Además, nuestro anfitrión vivía en una de las lomas que rodean la ciudad. Solo añadiré que parte del último tramo lo hicimos empujando la bicicleta por una de las autovías que bordean la ciudad con los coches pitandonos y silvando en nuestros oídos. ¡Lo mejor era no mirar para atrás!

No obstante, la ciudad merece la pena. La colocamos en el top cinco dentro de este viaje. Pasamos tres días en la capital ecuatoriana, en los que descansamos poco y andamos bastante, era lo que requería la situación. Abandonamos la ciudad en medio del humo de la multitud de coches que abarrotaban todas las vías de salida, cansados físicamente y con la moral un poco baja.

2016-03-25_09-17-05
Quito. Adrián Cuéllar. 2016

Ecuador nos ha gustado mucho, pero no ha sido un paseo precisamente. Ha puesto a prueba nuestras fuerzas, de tal manera que decidimos cambiar el itinerario previsto. Nos bajamos de los Andes tras dejar atrás el Cotopaxi, la selva reemplazaría a la sierra en el camino. De esta forma, al llegar a Ambato decimos adiós definitivamente a la Panamericana y tomamos la carretera de Baños de agua santa, también conocida como carretera de las cascadas. El nombre se lo tiene totalmente ganado. Todo el descenso desde Ambato hasta Puyo es espectacular, pero especialmente los treinta kilómetros después de pasar Baños de agua santa. Las cascadas, que surgen a uno y otro lado de la carretera llenan tus ojos y maravillan a cualquiera. Ese día nos cayó una gran tromba de agua y pinchamos en mitad de un camino de tierra totalmente embarrado y aún así fue el que más disfrutamos de toda nuestra estancia en Ecuador.

2016-03-25_09-17-36
Cascada delRrocío. Adrián Cuéllar.2016

Desde Puyo, la selva se extiende hasta la frontera con Perú. Si pensábamos que esta sería la solución a nuestros males, estábamos bien equivocados. A pesar de que la carretera se mantiene en perfecto estado, esta llena de continuas subidas y bajadas, el calor y la humedad son asfixiantes y en los primeros ciento treinta kilómetros, no hay más que pequeñas comunidades de indígenas. Eso sí las extensiones de verde follage que se pueden divisar desde lo alto de las colinas son increíbles. Y es que aún que estemos en Ecuador esta es la selva amazónica y aquí toma una nueva dimensión hasta ahora no conocida por nosotros.

2016-03-25_09-18-25
Selva amazónica en Ecuador. Adrian Cuéllar. 2016

Fueron cuatro días recorriendo selva y acumulando un montón de desnivel en nuestras piernas. Como os contábamos antes, la moral no estaba muy alta y esta situación no nos ayudaba. Como solución decidimos tomar un bus que nos subiera a Loja.

2016-03-25_09-17-46
Carretera entre Puyo y Macas. Adrián Cuéllar. 2016

La ciudad nos gustó. Como puntos negativos diremos que tiene un tráfico bastante denso y que los bomberos están lejos del centro. Pero en general, nos agradó y nos permitió cargar pilas.

Salimos animados en dirección a la frontera de Balsas, uno de los puntos fronterizos más remotos y menos frecuentados que hemos cruzado jamás. Ya nos habían advertido de la dificultad del camino y por eso íbamos concienciados. Pero ni por esas. Finalmente, el camino ha sido lo más duro que hemos hecho en el viaje con diferencia. La carretera está en buen estado hasta veinticinco kilómetros antes de llegar a Valladolid, a partir de este punto se convierte en un barrizal debido a las fuertes lluvias de esta época (entre noviembre y marzo esta comprendido el período húmedo por estos lares). Pero incluso antes de este punto el cuerpo ya nos empezó a decir que no podía más. Las subidas fuertísimas y largas, la lluvia, la niebla, los ríos que tuvimos que atravesar, la noche que se nos echaba encima y finalmente la carretera que se convertía en camino de barro, fueron demasiado. Empezamos a pedalear a las siete de la mañana y eran las seis de la tarde y aún no habíamos completado los cien kilómetros que había a Valladolid. Por suerte, ya casi desfallecidos apareció un coche de militares en el camino, Ana sacó el dedo y en un momento estábamos subidos con dirección a Zumba el destino del día siguiente. Creímos que ya estaba todo hecho. Pero no fue así. Como os contabamos la carretera deja de serlo y empieza a ser un barrizal lleno de baches. Sesenta kilómetros restaban a Zumba desde donde nos recogió el coche, tardamos tres horas en recorrerlos. Tres horas en las que no paramos de dar botes y tragar polvo. Sobrepasamos el umbral del sufrimiento. Once horas en la etapa de bicicleta más dura que hayamos hecho jamás, más tres horas de sufrimiento en un coche que ya no estábamos seguros de adónde nos llevaba, fue sufuciente. Ana rompió a llorar durante veinte minutos, de la forma más desconsolada que la he visto hacer hasta ahora y yo no podía nada más que apretar los dientes y aguantar el sufrimiento. No pude ni consolarla. Felizmente el calvario terminó a las nueve de la noche en Zumba. Ni buscamos alojamiento. Fuimos directamente al primer sitio que vimos y tras cenar algo fugazmente y tomar una ducha de agua fría, nos metimos en la cama.

2016-03-25_09-19-04
Carretera de Loja a Zumba. Adrián Cuéllar.2016

A la mañana siguiente tomamos un pequeño bus que nos llevó hasta la frontera por dos dólares y medio, ya estábamos en nuestro último destino, Perú.

Ecuador, ha sido como sus carreteras, lleno de subidas y bajadas. No ha habido un solo momento de rectas. La espectacularidad de los paisajes te subía a lo más alto, pero la dureza del relieve te hacía polvo. Aún que el país nos ha sorprendido para bien, nos llevamos un recuerdo un poco agridulce de nuestro paso por estas tierras.

Rebiciclar, capitulo VI, El libro y los pendientes

Nuevo capitulo de Rebiciclar, en esta ocasión un amable Mario (casa ciclista Guadalajara, Mexico)nos entrega dos objetos que les damos a dos maravillosas mujeres, que sabíamos que iban a dar utilidad a los mismos. Ya lo sabes, siempre hay alguien al otro lado del mundo o a la vuelta de la esquina, que puede usar eso que tu tienes olvidado en un cajón.

En Colombia no hagas planes

Nunca es sencillo dejar las ciudades, pero en Pereira además dejábamos una parte de nosotros. Tan de lujo eran nuestros anfitriones, que nos costó decirles adiós.
No obstante, el siguiente destino se presentaba muy apetecible y el viajero sabe que las despedidas son parte del viaje y ha de aprender a gestionarlas. Como digo, nos subimos a nuestras bicicletas y pusimos rumbo al Valle del Cocora, pero…..sorpresa, cuando tan solo llevamos una hora de pedaleo, tenemos que parar a reparar los cables del cambio de Adrián. Estamos de mecánicos más tiempo del que nos hubiera gustado, y además, la perspectiva de las fuertes cuestas que nos teníamos ante nosotros, no hacían más que desesperarnos. Pero bueno, las cosas llegan cuando llegan y se han de afrontar tal como se presentan en el camino del viajero o de la vida.

image
Camino a Cocora. Ana Mateos Sanz. 2016

La llegada a media tarde al Valle del Cocora, tras hacer una parada en el pueblito de Salento, fue espectacular. El paisaje era hermoso miraras por donde miraras, y entonces así, de repente el cansancio desapareció….Al día siguiente hicimos una marcha por la montaña, hasta el refugio Estrella de agua, y volvimos a Cocora, 20 kilómetros con subidas y bajadas muy pronunciadas que harían que nos acordáramos del paseo durante varios días, en los cuales nos van a estar doliendo las piernas.
Ahora, el lugar lo merece, palmeras de cera delgadas y altas, que parece que quieran tocar el cielo, junto con verdes prados con caballos y vacas, mientras atraviesas el bosque nublado. Las palmeras de cera, son el árbol nacional de Colombia, según nos explicarían nuestros compañeros de acampada en el lugar, una pareja de Bogotá, con la que además de buena plática, compartimos una hoguera nocturna, disfrutando de uno de los cielos estrellados más bonitos de todo el viaje. La segunda noche, otro regalo más para nuestros ojos y nuestras almas, vimos como un cometa atravesaba el cielo sobre nuestras cabezas.

image
Valle del Cocora. Adrián Cuéllar. 2016

Al día siguiente seguimos en dirección sur, con las piernas bien cargadas, dejamos atrás la región del Quindio y entramos en la del Valle del Cauca. Si bien la montaña va suavizándose, continúa siendo una zona de potreria, así que seguimos disfrutando de dulces terneros durante casi todas las jornadas. Además, dejamos la Panamericana durante un tiempito, y eso se agradece, ya que el tráfico es menos intenso.
Como decíamos en el título no hagas planes de nada, ni de dónde dormirás ni que comerás, ¿qué, por qué?…porque no los cumplirás, ya que l@s colombian@s tendrán una sorpresa preparada para ti. Aquí narramos unas cuantas ocasiones en las que, por suerte, se truncaron nuestros planes. Una tarde íbamos tan cansados que tratamos de quedarnos en varios sitios, finalmente preguntamos en una finca recreativa, los dueños nos acogieron sin dudarlo, sin cobrarnos, y a nuestra disposición pusieron las piscinas, la cocina y nos regalaron pollo y jugo de deliciosa guanábana, no teníamos planeado terminar así el día, pero aquí todo es posible, gracias Jonh Jairo y Sandra. También te puede pasar, quedar con un anfitrión de Warmshowers para las 14:00 horas y que aparezca tres horas más tarde. O atravesar el valle recorriendo una carretera tan plana que no nos lo podíamos creer y llegar a uno de los pueblos más peligrosos del país, según nos dirían días después, que hacemos nosotros que no tenemos ni idea, pues recorrer el mercado y comernos un Cholao, riquísimo por cierto.
Pero, ¿pensabas que en Colombia se habían terminado las sorpresas? pues espera porque llegando al pueblito de Piendamó, un amable Alcibiades, nos espera en la última cuesta y nos descubre e invita a tomar un delicioso kumis. La tarde en su compañía es muy entretenida, paseo por el pueblo, donde nos habla de la guerrilla M19 (los Roobin Hood) del lugar, fue interesante meternos en las entrañas de la historia del pueblo, sentir como debió ser la vida, en aquellos años. Y fue genial poder descansar en una cama tan cómoda.
Sin embargo, aunque ya estábamos embriagados de la amabilidad del pueblo colombiano, aún quedaba gente por el camino que harían de nuestro duro pedaleo un paseo. Por ejemplo, Julio Cesar un octogenario, al que Adrián ayudó a subir una carretilla, como nos lo devolvió, pues con un día con toda su familia con dedicación plena hacia nosotros, comimos, reímos, y sobre todo, nos tomamos muchas muchas fotos, no exagero cuando digo que unas treinta.

image
Horno de pan en Pasto. Ana Mateos. 2016

Los días siguientes atravesamos una zona prácticamente desértica, en lo que a población y paisaje se refiere, dejamos atrás el pueblo de El Bordo cuando aún era de noche, ya nos avisaron que la zona era extremadamente calurosa, y que tuviéramos cuidado porque se habían reportado asaltos.

Efectivamente, calor pasamos, pero también se nos encogió el alma al atravesar una parte con unas cuantas chabolas, donde solo vivía población afro en la más extrema de las pobrezas. Como unos 20 kilómetros antes de llegar al pueblito de El Remolino, la Panamericana estaba en muy mal estado y recién pisamos los límites del pueblo alcanzábamos los 45 grados. Pero como decimos…. estamos en Colombia, y aquí todo es posible, y nos topamos con Rodrigo, quien nos invita a un fresco, nos paga una noche de hotel y el almuerzo. No nos lo podíamos creer!!!
«¿Seguro que queremos seguir bajando hacia el sur y salir de este país?» Pues…eso parece, así que continuamos nuestras pedaladas y llegamos hasta la ciudad de Pasto. Sorpresa!!la familia que nos hospeda prepara en horno de leña un delicioso pan, nos gustan tanto las Ayuyas (nombre indígena para el pan dulce), que nos levantamos a las 4:30 de la madrugada para colaborar en la preparación del mismo. Desde Pasto vamos a la Laguna de la Cocha, donde…. vaya de nuevo, una familia nos invita al paseo en barco hasta la isla de la Corota, famosa por albergar a cientos de aves diferentes.

image
Laguna de la Chota. Ana Mateos.2016

Nuestros últimos días en Colombia, los pasamos en la ciudad fronteriza de Ipiales, donde aprovechamos para acercarnos al Santuario de Las Lajas, y hacer un poquito de mercado, esa misma idea tienen cientos de ecuatorianos que cruzan la frontera estos días, para llenar la despensa a menor precio.

image
Santuario de Las Lajas. Adrián Cuéllar. 2016

Los días en Colombia se terminan, pero hasta el último momento ha sonado de fondo Romeo Santos, que ha puesto la banda sonora a nuestro paso por el país, aún que también lo han hecho decenas de canciones, que ell@s l@s colombian@s, bien saben diferenciar si son salsa, bachata, vallenato, etc… pero que para nuestros oídos todo suena igual. En este país no falta la música en cada esquina, comercio o carro, pero tampoco falta gente dispuesta a hacer de tu paso por su tierra una experiencia inolvidable. De corazón, sentimos que tenemos que volver, gracias Colombia por no dejarnos hacer planes y hacer que cada día haya sido increíble!